Crónica de muerte: Crónica 1
Más negro que el propio infinito.
Levantó la vista del vaso, miró más alla de la botella de vodka vacía que tenía delante y contemplo la calle que le mostraba la ventana. Estaba nevando con fuerza y los copos caían tan seguidos que parecía como si una enorme manta blanca tapara su visión, la cortina se soltó del enganche y cubrió con una película translucida aquel cuadro de hermosa navidad. En el vaso no le quedaba ni una gota de alcohol y el hielo se había convertido hace mucho en agua, no tenía la vista muy clara pero estaba bastante sereno, siempre alerta, como una serpiente delante de un encantador, erguía el cuello para rascarse la papada llena de un pelo duro y corto.
La habitación de aquel hotel era un sitio bastante acojedor antes de que entrara él, con flores encima de una mesita, una moqueta con estampados orientales y una hermosa colcha de color salmón y complejos bordados sobre la cama. Llevaba allí más de un mes y hacía tiempo que había mandado quitar todos esos lujos, la alfombra se la llevaron el primer día que llegó despues de vomitarla y la colcha alguien la retiraría de las escaleras, porque allí fué donde acabó. Levantó el auricular.
- Hola buenos días, ¿en que puedo ayudarle?
- Habitación 1245...
- Enseguida señor.
4 minutos después llamaron a la puerta, "sevicio de habitaciones", se levantó a abrir tambaleandose un poco, apenas podía permanecer en pie y mucho menos andar los 3 metros que lo separaban de la puerta. Insistieron, esta vez con más energía. En recepción estaban acostumbrados a sus pedidos, solía beber dos botellas de vodka al día y siempre solía pedirlas a la misma hora, ese día incluso era más pronto de lo habitual. Miró el reloj de encima de la puerta, un diseño bastante moderno que no encajaba con el resto de la habitación, las 10 de la mañana, era pronto incluso para él. Por fín llegó a la puerta, una auténtica bestia de madera noble maciza, doble cerradura y un pomo dorado a apenas un metro y poco del suelo, siempre se asombraba que hubiera puertas tan seguras en un hotel, aunque en aquel momento solo estaba imaginando el calor del destilado recorriendo su garganta y eliminando las pesadillas de su cabeza, con el vodka era mucho más facil dormir. Descorrió la cadena de seguridad y giró el pestillo, asió el pomo para no caerse y con la mano temblorosa consiguió tirar del picaporte hacia abajo, dió un paso atras y la puerta practicamente se abrió sola hasta que rozó con la tarima del suelo que estaba un poco levantada de un accidente con el agua que tuvo un día. Le costaba acercarse a la ducha y aquel día era absolutamente imprescindible, el problema fué que se resbaló y golpeó con la cabeza el grifo, el cual se desvió lanzando agua por toda la habitación, por eso no tenía la colcha, la usó para secar aquel estropicio y ahora la madera estaba ligeramente irregular.
Ahora la puerta estaba abierta y él tenía la vista baja, buscando el carro con la botella de Absolut, el vaso limpio y una cubitera a rebosar, pero aquel hombre que estaba a su puerta no traía nada de eso, ni tan siquiera era un camarero. Fué subiendo la cabeza, observando a su primera visita en mucho tiempo, llevaba unos pantalones vaqueros unos deportivos blancos y una camiseta roja con la cara de un indio y la leyenda "Bewareoblivio", aquel tipo no era un vendedor además no le habrían dejado entrar al hotel y no se hubiera subido 12 pisos para vender nada. Finalmente sus caras quedaron paralelas, mirandose a los ojos, el recién llegado tenía un gesto serio y unas gafas rectangulares, el pelo negro como el mismisimo infinito y unos ojos enormes, también tenía barba de varios días y un colgante extraño, como un rectángulo y dentro un dragón alado atrapado.
- No compro nada- dijo con voz temblorosa.
- Yo no pretendo venderselo.
- Entonces porque cojones no eres una botella de vodka y un camarero...- retrocedió un paso.- ¿Quién cojones...
- Mi nombre es Miguel y tengo que hablar con usted, señor.
El camarero ahora si estaba en la puerta, miró al huesped y este a su vez a su "invitado", el cual sonrió.
- Joder tienes huevos.- hizo una señal al camarero que se fué sin decir nada.- Despues de intentar matarte vienes a verme... Pasa y tomate algo conmigo, supongo que si hubieras venido a matarme no estaría vivo ya.- esperó a que entrase para cerrar la puerta.- Pensé que estarías mucho peor.
Puso un par de hielos en el vaso que tenía en su habitación y otros dos en el nuevo que le habían traido con la botella, la abrió y sirvio una cantidad generosa del líquido transparente. Le dió el vaso nuevo al recién llegado y alzó el suyo queriendo hacer un brindis, antes de poder decir nada Miguel habló.
- Necesito que me mate otra vez...
La habitación de aquel hotel era un sitio bastante acojedor antes de que entrara él, con flores encima de una mesita, una moqueta con estampados orientales y una hermosa colcha de color salmón y complejos bordados sobre la cama. Llevaba allí más de un mes y hacía tiempo que había mandado quitar todos esos lujos, la alfombra se la llevaron el primer día que llegó despues de vomitarla y la colcha alguien la retiraría de las escaleras, porque allí fué donde acabó. Levantó el auricular.
- Hola buenos días, ¿en que puedo ayudarle?
- Habitación 1245...
- Enseguida señor.
4 minutos después llamaron a la puerta, "sevicio de habitaciones", se levantó a abrir tambaleandose un poco, apenas podía permanecer en pie y mucho menos andar los 3 metros que lo separaban de la puerta. Insistieron, esta vez con más energía. En recepción estaban acostumbrados a sus pedidos, solía beber dos botellas de vodka al día y siempre solía pedirlas a la misma hora, ese día incluso era más pronto de lo habitual. Miró el reloj de encima de la puerta, un diseño bastante moderno que no encajaba con el resto de la habitación, las 10 de la mañana, era pronto incluso para él. Por fín llegó a la puerta, una auténtica bestia de madera noble maciza, doble cerradura y un pomo dorado a apenas un metro y poco del suelo, siempre se asombraba que hubiera puertas tan seguras en un hotel, aunque en aquel momento solo estaba imaginando el calor del destilado recorriendo su garganta y eliminando las pesadillas de su cabeza, con el vodka era mucho más facil dormir. Descorrió la cadena de seguridad y giró el pestillo, asió el pomo para no caerse y con la mano temblorosa consiguió tirar del picaporte hacia abajo, dió un paso atras y la puerta practicamente se abrió sola hasta que rozó con la tarima del suelo que estaba un poco levantada de un accidente con el agua que tuvo un día. Le costaba acercarse a la ducha y aquel día era absolutamente imprescindible, el problema fué que se resbaló y golpeó con la cabeza el grifo, el cual se desvió lanzando agua por toda la habitación, por eso no tenía la colcha, la usó para secar aquel estropicio y ahora la madera estaba ligeramente irregular.
Ahora la puerta estaba abierta y él tenía la vista baja, buscando el carro con la botella de Absolut, el vaso limpio y una cubitera a rebosar, pero aquel hombre que estaba a su puerta no traía nada de eso, ni tan siquiera era un camarero. Fué subiendo la cabeza, observando a su primera visita en mucho tiempo, llevaba unos pantalones vaqueros unos deportivos blancos y una camiseta roja con la cara de un indio y la leyenda "Bewareoblivio", aquel tipo no era un vendedor además no le habrían dejado entrar al hotel y no se hubiera subido 12 pisos para vender nada. Finalmente sus caras quedaron paralelas, mirandose a los ojos, el recién llegado tenía un gesto serio y unas gafas rectangulares, el pelo negro como el mismisimo infinito y unos ojos enormes, también tenía barba de varios días y un colgante extraño, como un rectángulo y dentro un dragón alado atrapado.
- No compro nada- dijo con voz temblorosa.
- Yo no pretendo venderselo.
- Entonces porque cojones no eres una botella de vodka y un camarero...- retrocedió un paso.- ¿Quién cojones...
- Mi nombre es Miguel y tengo que hablar con usted, señor.
El camarero ahora si estaba en la puerta, miró al huesped y este a su vez a su "invitado", el cual sonrió.
- Joder tienes huevos.- hizo una señal al camarero que se fué sin decir nada.- Despues de intentar matarte vienes a verme... Pasa y tomate algo conmigo, supongo que si hubieras venido a matarme no estaría vivo ya.- esperó a que entrase para cerrar la puerta.- Pensé que estarías mucho peor.
Puso un par de hielos en el vaso que tenía en su habitación y otros dos en el nuevo que le habían traido con la botella, la abrió y sirvio una cantidad generosa del líquido transparente. Le dió el vaso nuevo al recién llegado y alzó el suyo queriendo hacer un brindis, antes de poder decir nada Miguel habló.
- Necesito que me mate otra vez...
3 comentarios:
ya te dije lo que opino de este capitulo asique....quiero mas..y es una orden...jeje no es broma.Pero ya sabes,me mantengo a la espera con la musiquilla hasta que retomes el relato
Pufff hace mucho que no entro y tengo ganas de leerlo todo de nuevo pero no pienso hacerlo hasta que jures sobre la tumba de neo que no volverás a dejarnos colgados escribiendo un capitulo cada 6 meses xD
PD: Muy chulo el nuevo diseño del blog.
Lo juro... Jejejeje
De echo la continuación de este capitulo está practicamente cargado en la gacheta de memoria de mi cabeza.
Asique encuanto tenga 5 min para volcar la info, tendreis el pan caliente.
Si bueno, el diseño aún falta pulirlo un poco, pero me da una pereza de la hostia.
Por cierto, desde que no entras te has perdido cosas muy muy muy interesantes. :p
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